Por Berenice Bedoya Pérez, presidenta Alianza Social Independiente (ASI)
En Colombia urge mutar el miedo y la desesperación por un horizonte de esperanza y oportunidades
La realidad de terror y desesperanza que se vive en amplios territorios de Colombia amerita de manera urgente la implementación por parte del Estado de políticas públicas eficaces para superar la macabra situación de miedo y desolación ante la sistemática desaparición física de líderes sociales y comunitarios. Es inaudito que en este país los asesinatos no se cuenten por meses ni por semanas, sino por días.
Este condenable y criminal accionar sistemático que va sembrando muerte y desdicha en centenares de hogares de familias humildes no solo afecta el núcleo parental sino que destruye el tejido social y la vida comunitaria en los territorios, dejándolos postrados en el espanto e inmovilismo.
Es una situación insostenible por cuanto que en lo que va corrido 2020 se ha contado al menos un asesinato de líderes sociales por día, y lo peor es que el Estado colombiano no se inmuta para enfrentar esta tragedia humanitaria.
Tras la firma del acuerdo de paz de 2016, las zonas en las que antiguamente tenía presencia la insurgencia, hoy infortunadamente se encuentran en disputa por parte de distintos grupos armados ilegales, los cuales no solo buscan intereses económicos (narcotráfico, minería ilegal) sino que también traen consigo el propósito por el control sobre la población civil, afectando en grado superlativo la vida comunitaria. Esta crítica realidad es solo la punta del iceberg de este nuevo panorama de violencias, por cuanto se desconoce aún cuántas poblaciones indígenas y afros se encuentran recluidas y aisladas en sus territorios ancestrales debido a esta nueva arremetida del conflicto armado.
Las alertas tempranas de organizaciones defensoras de derechos humanos permiten evidenciar que los líderes que se organizan de forma solidaria, especialmente en asociaciones campesinas o comunales para exigir sus derechos al restablecimiento de sus parcelas y a vivir dignamente, mediante una efectiva implementación de los Acuerdos de Paz, son quienes más han sufrido amenazas y asesinatos.
Así mismo, como se evidenció el último año, los líderes ambientales, que se han propuesto evitar la contaminación de ríos con mercurio o la deforestación, han sido declarados objetivo militar por los grupos armados que viven de esas rentas ilegales.
Según una ONG irlandesa (Front Line Defenders), Colombia fue el país del mundo con más lideres asesinados durante 2019. De un total de 300 casos, en nuestro país ocurrieron 107.
Ante la desmesura de la tragedia humanitaria colombiana, desde la Alianza Social Independiente (ASI) nos unimos a las diversas voces tanto nacionales como internacionales que claman por la puesta en marcha de acciones coherentes y contundentes por parte del Gobierno que no solo corten de raíz este fenómeno criminal de exterminio de líderes sociales, sino que posibiliten la concepción de una nueva filosofía de vida, a partir de la implementación de los Acuerdos de Paz, sustentada en la construcción de ciudadanía como sustento y garante de derechos, así como de respeto por la vida.
En ese sentido, se trata de que los derechos humanos sean un instrumento vivo de transformación social y que la desesperación se transforme en esperanza. Colombia debe doblar cuanto antes esta larga y triste etapa de ruina y desolación y mutar esta dolorosa experiencia en un horizonte de oportunidades para vivir la vida a plenitud, para que no obstante los intereses mezquinos que sigan prevaleciendo, no permitan “detener la primavera”.
Bogotá, D.C., febrero de 2020.
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